Extraño, como un pato en el Manzanares. Así quedó el Wizink Center a las 23.20 cuando Pancho Varona nos anunció: Sabina se ha quedado mudo, y no puede finalizar. Apenas unos minutos antes, a medio cantar “Y sin embargo”, tema que él mismo ha definido como “su canción de amor preferida”, se levantó sin hacer ruido, y sin molestar, cabizbajo, recorrió el escenario y se marchó. No podía seguir, y le dolía no poder seguir.

No quiso aplausos, no dio explicaciones, que siempre son para dar pena, no quiso la conmiseración o condescendencia del público. Con su exigencia habitual, consideró que no debía seguir, pues la voz ya le estaba fallando en las tres últimas canciones. Y prefirió irse solo, ligero de equipaje.

Siempre hay quien reprueba a quien tiene un mal día, especialmente si es un artista, más aún si es muy querido. Porque en esta España de tuiter y pandereta, nos renta más un insulto que la comprensión o la empatía.

En 1978, hace ahora 40 años, publicó su primer disco como cantautor. 40 años imposibles de resumir en más de 24 discos, amén de recopilaciones, himnos del atleti, colaboraciones, pinturas y versos. Cerca de 20 giras nacionales e internacionales, que alcanzan los mil conciertos, con un directo que emociona.

Por problemas de salud, o por desavenencias con otros artistas, ha cancelado conciertos y hasta giras enteras, pero solo en 3 ocasiones ha abandonado un escenario.

Seguro habrá quien piense que robó un concierto. Solo espero que recuerde eso la próxima vez que escuche y tararee alguno de sus más de 20 temas que todo el mundo conoce y que ha legado para la historia de la música.

No deberíamos criticarlo, y sin embargo…