Cuando el ser humano abandonó la caverna y se convirtió en “ser social”, necesitó crear lugares donde realizar sus intercambios sociales, personales, emocionales, culturales, económicos y afectivos.

De ahí que muchos consideren las ciudades como un gran “intercambiador”, en el que se produce una concentración de intercambios de todo tipo, y donde el ser humano adquiere su plena realización como ser social, en definitiva, como ser urbano.

Se calcula que en la actualidad un 54% de la población mundial ya vive en áreas urbanas, y que en 2050 este porcentaje alcance un 66%.

Los retos de futuro que afrontan nuestras ciudades, son bien diferentes según los continentes. Pero en la vieja Europa, los retos están claros. Con una población global estancada, las ciudades se encuentran en la necesidad de repensar el tejido construido, y readaptarlo a las nuevas circunstancias, antes que en una expansión y ocupación de nuevas áreas.

Las claves para un futuro eficiente de las ciudades están claras:

  • Convertir al urbanismo en una herramienta social, huyendo de la pura especulación.
  • Priorizar la ordenación territorial, en aras de la sostenibilidad económica y social.
  • Respeto al medio ambiente, lucha por transportes no contaminantes, y alternativos al vehículo privado.
  • Puesta en valor del patrimonio cultural edificado.
  • Recuperación del espacio público como soporte de las relaciones sociales.
  • Eliminación de barreras generadas por las grandes infraestructuras.
  • Corrección de las desigualdades urbanas, y reintegración de las áreas monofuncionales degradadas.

En definitiva, si queremos que nuestras ciudades sigan siendo el escenario de nuestra conducta como seres sociales, los ciudadanos debemos recuperar el protagonismo.