Por fin terminó 2017, ese año que el tándem Puigdemont-Junqueras se ha empeñado en que no disfrutemos con normalidad.
Si miramos las cifras del año, veremos que es un año de repuntes: repunta la bolsa, repunta la economía, el empleo y el consumo, repuntan, aunque poco, los salarios, repunta la venta de viviendas… y así un largo etcétera de indicadores que mejoran.
Pero permítanme que me pare en dos indicadores que también repuntan, y no son precisamente buenos.
La cifra de víctimas de la violencia de género ha subido un 10%, pasando de 44 a 48, y la cifra de víctimas de los accidentes de tráfico ha subido, por segundo año consecutivo.
En teoría ambas cosas no tienen nada que ver, pero hay una base común: la educación en valores, y entre ellos, el principal: el respeto. Respeto a los hombres y mujeres, a las leyes, a las normas, al medioambiente… en definitiva, respeto a uno mismo.
Este año, como novedad, hemos escuchado al Presidente del Gobierno, si bien a regañadientes, pronunciar la frase “violencia de género”, y en el Congreso se ha firmado un pacto por unanimidad, que servirá para atacar el problema desde todos los ángulos.
Pero sobre el tráfico, poca o muy poca gente habla. Parece que el progreso lo cura todo, y que tiene sus peajes. Y yo me niego.
Que la mejor serie de datos coincidiera con los años de gobierno socialista, no es casual: había interés, empeño, campañas y financiación.
Ahora parece que este tema no interesa, y mientras el Presidente sale de paseo y se hace un selfie.