En un domingo apacible como el de ayer, a las 13 horas, en la precisa hora en que miles de españoles y españolas llenaban las calles clamando contra la violencia machista, Rokhaya, de 42 años y madre de dos hijos, moría apuñalada en su casa, en presencia de los menores.
Otro año más, y ya van demasiados, tengo el dudoso honor de dedicar mi columna a esta lacra social, amparada en el machismo más rancio y reaccionario, que deja la estremecedora cifra de 973 mujeres asesinadas desde 2003, a razón de 60 por año, con una cadencia inequívoca que está por encima de una mujer muerta cada semana desde entonces.
Así, como las agujas del reloj, imparables, van pasando las semanas, y van cayendo una a una… Rokhaya, Sacramento, Yolanda, Fátima… por citar solo las más recientes, y así una larga letanía que podría durar horas hasta recitar las 973. Sin saber siquiera cuántas miles han podido morir desde la llegada de la democracia, disfrazadas de crímenes pasionales.
En estos años algo ha cambiado, y es que las mujeres han dicho “basta ya”. Las mujeres, los partidos políticos, las leyes, los medios de comunicación y muchas cosas más han cambiado.
Pero mientras siga habiendo hombres que miran para otro lado, justificando, amparando, quitando importancia o incluso riendo las gracias a los comportamientos machistas, será muy difícil parar esta masacre que anida en nuestra sociedad.
Solo espero que reaccionemos a tiempo, que no solo salgamos a la calle el 25N, sino que estemos alerta los 365 días del año, y no dejemos pasar ni un gesto, ni una amenaza, ni una mano levantada, porque el año que viene, no queremos ni una menos.