Cuando se acaba una fiesta, toca apagar la música, encender la luz, y darse cuenta de cómo ha quedado todo.
Seguramente todos hemos ido alguna vez a una fiesta en la que nadie hizo bien las previsiones, y al día siguiente, con la luz del sol, se vieron los efectos: basura por todos sitios, cristales rotos, y puede que daños incluso más graves.
La fiesta del urbanismo a la carta del norte de la ciudad de Murcia, terminó de golpe cuando alguien apagó la música allá por 2008, pero no ha sido hasta esta semana que se encendió la luz, y vemos bien sus efectos.
Durante la fiesta hubo quienes se divirtieron hasta hartarse, quienes vendieron las entradas y sacaron todo el beneficio, y también quienes dieron las licencias y permisos para que todo se celebrase. Los unos, los otros, y estos de más acá, desaparecieron todos, el día que se apagó la luz.
También hubo quienes intentamos decir que en la fiesta no había aseos ni papeleras, faltaban pasillos de evacuación y salidas de emergencia, ni había nadie que lo coordinase todo. Pero nos acusaron de aguafiestas, y nos subieron la música para que no se nos escuchase.
Ahora, con la luz encendida, vemos ramblas que se inundan, barrios y pedanías anegados, tanques de tormenta que nunca se hicieron, planificación que nunca se ejecutó, y responsabilidades políticas que no se asumen.
Efectos terribles que pagamos todos, hayamos ido a la fiesta o no.
Y hablando de fiestas, no seré yo quien me despida, sin desearles a todos, unas felices fiestas navideñas.