Terminadas las fiestas de Murcia, toca reflexionar sobre la capacidad de organizar espectáculos que tiene este ayuntamiento y sobre la incapacidad para gestionar la instalación de sillas para los desfiles procesionales, del Bando de la Huerta y Entierro de la Sardina, y cualquier otro evento.
En 2016, cuando casi todo funciona a base de aplicación de Smartphone, sorprende ver familias que pasan uno o varios días guardando un trozo de calle con cintas adhesivas, peleando por una primera fila para ver un desfile.
Alguna vez tenía que pasar lo de este año el día del Entierro de la Sardina. Nadie controla la venta de sillas, salvo algún tramo concesionado. Tanto que el edil de festejos del Ayuntamiento de Murcia se eximió de toda responsabilidad, indicando que la culpa era de “algún desaprensivo”.
Un concejal incapaz de licitar un contrato para instalar tribunas y sillas, que revierta en beneficio económico para el ayuntamiento y en comodidad para los ciudadanos: sillas numeradas y anticipadas, sin calentar el suelo durante horas.
Habrá quien piense que los murcianos somos así, y que es la tradición. Pero nada tiene que ver con la tradición. Vayan si no a Cartagena, compren una entrada numerada anticipada, y podrán llegar 5 minutos antes de que empiece la procesión, y disfrutar de su silla.
O a Lorca, donde las tribunas para Jueves y Viernes Santo se compran con meses de antelación, alojan a miles de personas, tienen seguridad, asientos para personas con discapacidad y permiten disfrutar del desfile con comodidad.
Así que, señor concejal, póngase de una vez por todas en serio con este asunto, porque está en juego nuestra imagen como ciudad.