Silencio, gritaba Bernarda Alba. ¡Menos gritos y más obras!
Unas palabras que casi un siglo después siguen teniendo vigencia en el panorama machista, opresor y represor de la sociedad en la que, aunque parezca mentira, vivimos y convivimos.
Desolado y agotado, contemplo como el ruido insoportable de la violencia machista contrasta con el silencio de la sociedad, tal vez maquillado por algunos gritos de protesta, y sin duda, por muy pocas obras.
Solo en estos últimos diez días puedo leer:
Culpable de asesinato y violación por matar a su mujer con una mancuerna de gimnasio.
¡Silencio!
Prisión para un tuitero que celebró los asesinatos de mujeres.
¡Silencio!
Condenado por pegar a su mujer por haber perdido el móvil
¡Silencio!
Cárcel para un vecino de Torre Pacheco por considerar que su mujer tenía que ser solo suya
¡Silencio!
Un hombre asesta tres puñaladas a su pareja delante de sus hijos en Madrid.
¡Silencio!
El presunto autor del disparo a su expareja en Las Torres, se entrega a la policía
¡Silencio!
Prisión provisional para el detenido por apuñalar a su pareja en Cartagena
¡Silencio!
Y frente a ese atronador silencio, solo algunos gritos, unas concentraciones, una denuncia en prensa que pasa rápido, una marcha cada año en marzo y en noviembre, y poco más.
Siempre son ellas las que gritan, gritan para defenderse, gritan para denunciar, y gritan para morir.
Como sociedad no podemos permitir, ni un minuto más este silencio, seguido de muchas palabras, y muy pocas obras.
Hasta que no salgamos a la calle, especialmente los hombres, pero no para gritar, para actuar contra aquellos que no dejan vivir a nuestras mujeres, seguiremos siendo cómplices silenciosos.
Silencio. Menos palabras y más obras.