Les contaré un lunes cualquiera, la odisea de la movilidad sostenible, viviendo en Murcia, y trabajando en Cartagena:

07:30 – Junto a casa, solo dos bicis naranjas disponibles. Las reviso, (siempre les falta algo) y parece que están bien. Pero en pantalla ninguna está disponible.

La app de los buses dice que el C2 está a 13 minutos, en plena hora punta.

Así que, toca andar, casi correr hacia la estación. Llego justo, valido mi billete, y subo al tren, sale puntual a las 07:45.

08:45 – Llegamos a Cartagena, con 10 minutos de retraso, tan habituales, que a nadie le importan ya. Paseo hasta la universidad.

14:25 – Paseo de vuelta, y subo a mi tren de las 14:38. Sale puntual. Descanso y leo en el tren. Llega con 12 minutos de retraso y hay un Rayo en la puerta. Subo y no, no arranca. El conductor baja a dar un paseo. 7 minutos perdidos. Finalmente nos vamos.

18.55 – Me dirijo a plaza Circular. El luminoso dice 1 minuto para el C2. Pero pasan 6, quizá estaban en base hexadecimal.

Al subir, lo de siempre: el conductor va pendiente de cumplir el horario ¡¡para no pasarse de rápido!! Podría haber tardado 10 minutos, pero tarda 20.

El de vuelta llega puntual, pero se llena en Gran Vía, empujones, aprietos, protestas.

Fin de la jornada.

He ahorrado 20 kilos de CO2 en huella de carbono, he disfrutado en el tren, pero he sufrido miles de contratiempos, impropios de una región europea en 2017.

Hasta que no cambiemos la prioridad y nos pongamos a solucionar la movilidad «diaria» de los ciudadanos de esta Región, de poco servirán que nos vendan el AVE o un aeropuerto.