Cada semana suelo ir entre tres y cuatro días a mi trabajo en Cartagena en el tren regional Murcia – Cartagena. Desde la ventanilla vengo observando en los últimos meses la frenética actividad para traer la línea del AVE, a toda costa, a toda prisa, y como sea, a la ciudad de Murcia.
Digo bien, como sea, porque es el bendito día de hoy en el que todavía no sabemos si vendrá soterrado, en superficie, o por radiación difusa. Lo importantes es que venga, cuanto antes, y después silencio.
Silencio impuesto por una jerarquía que no quiere que hablemos de la vertebración territorial regional, de la comunicación ferroviaria entre los pueblos y comarcas de la Región.
Poco o nada se habla de la posibilidad de mejorar la imprescindible comunicación ferroviaria Murcia-Cartagena, para el día a día. No para coger el AVE, sino para que miles de murcianos, cartageneros, pachequeros y de otras localidades, puedan ir a su trabajo diario, en un tren convertido en línea de cercanías.
Tampoco se habla de una mínima prolongación que enlace Balsicas con el Aeropuerto de San Javier, para acercarlo a las tres grandes ciudades de la Región.
O de los escasos 300 m que separan el apeadero de Torrellano, en la línea de cercanías a Alicante, del Aeropuerto de Alicante, que con escasa inversión se podrían integrar en un intercambiador, haciendo posible ir al mismo sin utilizar la autovía.
Ni siquiera se habla de prolongar la línea Cartagena –Murcia (convertida ya en cercanías), hasta llegar a Cieza, y dar servicio a Alcantarilla, Las Torres, Alguazas, Molina, Polígonos Industriales y demás, que cada día ven pasar los Altarias sin poder subirse a ellos.
No, no se habla de nada de eso. Lo importante es que llegue el AVE, y después, silencio.