Estaré el día que me llamen para vacunarme, no por salvarme a mí, sino para evitar poder contagiar a otras personas
Tenemos la suerte de vivir en la Unión Europea que aprende rápido de los errores, y no suele tropezar dos veces en la misma piedra.
Pasó con la gestión económica de esta crisis sanitaria y, tras haber fallado en 2008 con la crisis financiera, en esta ocasión reaccionó rápido y planteó un ambicioso Plan de Recuperación.
Pasó también con la gestión sanitaria de esta pandemia. Si en la primera ola las instituciones europeas se vieron incapaces de coordinar una respuesta sanitaria conjunta, en esta segunda fase se han unificado criterios, se comparten decisiones y, sobre todo, se ha centralizado la compra de las posibles vacunas.
La carrera por encontrar cuanto antes una vacuna eficaz y segura contra la Covid19 tiene a cinco grandes farmacéuticas en la recta final, y se anuncian posibilidades de vacunación en un horizonte cercano.
Un horizonte en el que, lejos de lo que pasó con la guerra de material sanitario en marzo y los episodios grotescos de piratería de aviones en determinados aeropuertos, la Comisión Europea se ha garantizado una cantidad de 700 millones de dosis, ampliable hasta 1.100 millones, para una población que ronda los 450 millones de europeos.
Por su parte, el Gobierno de España anunció ayer un plan de vacunación único para toda España, de manera que entren a operar simultáneamente los más de 13.000 centros de salud del territorio nacional, comenzando presumiblemente por sanitarios y personas de edad avanzada.
Esta estrategia llevará tiempo, y tardaremos meses en tener a una parte importante de la población inmunizada, contando con que la ciudadanía supere las actuales reticencias a vacunarse que muestran las encuestas.
En los últimos días son muchas las voces demagógicas que alientan la no vacunación, argumentando todo tipo de razones espurias que se me antojan difíciles de entender. En lo que a mí respecta, al igual que cumplo a rajatabla las restricciones actuales, estaré el día que me llamen para vacunarme, no por salvarme a mí, sino para evitar poder contagiar a otras personas.