La ciencia política avanza y cambia tan vertiginosamente como lo hace la propia sociedad, la tecnología o la informática. Y por supuesto, todo lo que se ensaya en Estados Unidos, lo repetimos en España unos meses más tarde.
Si hace apenas unos años lo más “inn” era el márketing político, con asesores de imagen, discursos enlatados, gestos y poses… más tarde se puso de moda el “storytelling”, es decir, crear un relato personal de un candidato y explotarlo en actos de comunicación, para humanizar al personaje y hacerlo más cercano, creíble y confiable.
Recientemente asistimos a la creación de la postverdad: con independencia unos hechos, la estrategia consiste en fabricarse una propia versión, y repetirla una y mil veces hasta que parezca que la versión real nunca sucedió. Donald Trump se formó así su postverdad y se fabricó un personaje amigo de las clases desfavorecidas, ocultando en campaña su imperio económico y su desprecio a las clases que luego le votaron.
En España pudimos ver a dirigentes que tras anunciar públicamente su dimisión, fabricaron una postverdad consistente en un derrocamiento o golpe de estado, porque cuanto más heroica parezca esta postverdad, más engancha entre quienes están dispuestos a creerla.
La novedad más reciente es la fabricación de la “preverdad”. Antes de que sucedan los hechos, fabrico una versión irrefutable de los mismos. Fue Donald Trump quien, antes de las elecciones fabricó una preverdad demoledora: si ganaba él, habría sido por la fuerza del pueblo, si perdía él, habría sido manipulación y pucherazo de Hillary.
Como les decía antes, todo llega a España con unos meses de retraso. ¿les suena?