Decía Ignacio de Loyola, en sus ejercicios espirituales, que “en tiempo de desolación, es mejor no hacer mudanza”. Y definía la desolación como oscuridad del ánima, turbación en ella, moción a las cosas bajas y terrenas, inquietud de agitaciones y tentaciones, moviendo a infidencia, sin esperanza.

Eso debieron de pensar el PP regional, y su soporte parlamentario, el partido de Ciudadanos, cuando hace más de un mes estalló esta crisis permanente en la que nos han metido a la Región de Murcia, que nos hace ser portada de telediarios, un día sí, y su noche también.

El problema estriba en que el tiempo de desolación, ya no es un estado pasajero, y se ha convertido en un estado permanente de ánimo de los murcianos.

Llegados a este punto, debemos plantearnos hacer la mudanza, porque la casa en la que habitamos quedó totalmente arrasada.

Pero para hacer una mudanza hacen falta dos elementos fundamentales: porteadores que lleven los muebles, y un nuevo lugar en el que alojarse.

Lo del nuevo lugar es fácil, porque hay muchas opciones sobre la mesa: desde votar favorablemente a la moción de censura y cambiar de gobierno, pasando por la dimisión y cambio de presidente del mismo partido, o incluso, aunque agotado ya el plazo, podría haberse adelantado una convocatoria electoral.

Pero parece que no hay porteadores, o que los porteadores no saben adónde ir. El PP calla, guarda los muebles, y cierra la casa rota con llave, para que nadie entre ni salga. Y Ciudadanos cada día abre una puerta distinta, la cierra, la vuelve a abrir, y finalmente escapan por la ventana.

Y así, sin rumbo ni porteadores, es difícil salir de la desolación.